“He llegado a la conclusión de que los seres humanos nacen con una capacidad innata para triunfar sobre el trauma. No solo creo que el trauma es curable, sino que el proceso curativo puede ser un catalizador para un profundo despertar – un portal que se abre hacia una genuina transformación espiritual.”
Dr. Peter Levine
¿Qué es un trauma?
Durante toda la vida estamos afrontado diversas situaciones, resolviendo problemas, enfrentando desafíos. En la escuela, en la familia, en el trabajo, etc. Tenemos infinidad de recuerdos sobre infinidad de situaciones que hemos afrontado. Al traerlas a la memoria, viene a nuestra mente la historia, el relato de la situación, y también algunas sensaciones y sentimientos que nos despierta.
Por ejemplo, podemos recordar el último examen que rendimos. Lo nerviosos que estábamos, lo que nos preguntaron y cómo después fuimos atravesándolo y al final cuando salimos y nos dieron la nota… Al recordar esto, nos vienen imágenes de esa situación y podemos experimentar en el cuerpo algunas sensaciones levemente similares a las que tuvimos en esos momentos. Al hacerlo, predomina en nosotros la sensación general de estar «aquí y ahora», recordando aquella situación de «allá y entonces».
Hasta aquí todo bien. Estamos recordando una situación difícil que afrontamos.
Un trauma supone una situación que supera nuestra capacidad para afrontarla en ese momento. En nuestro intento por afrontarla , se movilizan en nuestro organismo respuestas innatas de orientación y defensa (lucha/huida/paralización), caracterizadas por una gran activación fisiológica (arousal). Nuestro cerebro prepara automáticamente a nuestro cuerpo para orientarse, luchar o huir de la situación, disparando una ráfaga de energía que lo predispone para estas acciones. Estas respuestas no pueden ser concluidas debido a la magnitud, intensidad y/o rapidez de los estímulos a los que nos vemos sometidos. La situación «nos sobrepasa».
Debido a este estado de gran activación fisiológica, esta experiencia traumática no queda almacenada en nuestra memoria como un recuerdo normal, sino como una “experiencia no digerida”. Luego de pasada la situación, los recuerdos de la misma tienden a revivirse más que a recordarse y nuestro organismo mantiene un nivel de activación fisiológica alto asociado a estos recuerdos. También, las partes del recuerdo (imágenes, historia/relato, sensaciones, emociones) quedan almacenadas en la memoria de manera desorganizada. Esto genera una serie de síntomas físicos y psicológicos conocidos como Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), caracterizado por:
- Irrumpen en nuestra mente recuerdos (imágenes y sensaciones) de la situación (flashbacks, recuerdos intrusivos)
- Empezamos a evitar entrar en contacto con cualquier cosa que nos haga acuerdo de la experiencia traumática, para que las sensaciones e imágenes no nos aparezcan
- Las respuestas innatas de orientación y defensa que el organismo se preparó para hacer en la situación traumática y no pudo concluir continúan activas al nivel del Sistema Nervioso, generando variedad de síntomas físicos y emocionales. Hay una «carga» dentro nuestro que no ha sido liberada y puede sentirse como nerviosismo, irritabilidad, sintomas físicos (digestivos, dolor, etc.). Tambien, estados de embotamiento, de ausencia, de estar «paralizados».
- Estos recuerdos “no digeridos” no pueden integrarse adecuadamente a la memoria. Entonces, tenemos la experiencia de que «una parte nuestra» vive como si la situación todavía estuviera ocurriendo.
Dado que las partes del recuerdo (imágenes, relato, sensaciones, sentimientos), quedan almacenadas en la memoria de forma desorganizada, muchas veces ni siquiera nos damos cuenta que lo que estamos experimentando es un recuerdo. Por ejemplo, pueden aparecernos sensaciones incómodas en el cuerpo, ansiedad, alerta, sentirse en peligro, etc. pero sin el relato, sin la historia. Entonces, no podemos darnos cuenta que nos estamos acordando de algo, esas sensaciones parecen no tener sentido o las atribuimos exclusivamente a situaciones del presente. Esto es característico de los trastornos de ansiedad y particularmente de los ataques de pánico.
El tratamiento del estrés postraumático requiere de terapias especializadas que no sólo trabajen al nivel de la historia, de la palabra, sino que incluyan al cuerpo. Porque justamente es a ese nivel donde el problema reside. El organismo guarda una gran activación fisiológica que necesita ser adecuadamente descargada y las sensaciones físicas (recuerdos) deben ser integradas adecuadamente a la memoria.
Cuando hemos tenido experiencias traumáticas, mantener en el tiempo el equilibrio de nuestro Sistema Nervioso (que alberga una gran carga) requiere un gran esfuerzo. Para ello, desarrollamos diferentes estrategias. Algunas de ellas pueden ser muy perjudiciales, tales como: adicciones, compulsiones, fobias, sobrecargarnos de actividades, etc. También, podemos pasar por períodos de agotamiento, que generalmente producen cuadros depresivos. Cuando los traumas han sido severos y/o vividos a una edad temprana, generan una profunda desregulación de nuestro Sistema Nervioso, dando origen a síndromes físicos, tales como Fibromialgia, Sindrome de Migrañas, Colon Irritable, etc.
Peter Levine, creador del método Experiencia Somática, dice que al curar un trauma, recuperamos la energia que venimos usando para mantenernos en equilibrio, a veces durante años. Esa energía queda disponible para nosotros, para vivir con mayor plenitud. Es el «regalo» que el trauma tiene para darnos.
Distintas situaciones pueden ser un trauma. Los llamados traumas con «T» mayúscula son situaciones que implican una amenaza a nuestra integridad física y generalmente son traumáticas para todos (ataques físicos, sexuales, accidentes, desastres naturales). Los traumas con «t» minúscula, son situaciones que resultan traumáticas para esa persona en particular, pero no lo serían para otras. Existen también «traumas de shock», situaciones puntuales que nos superan y «traumas de desarrollo», situaciones que se mantienen en el tiempo y tienen que ver con cómo hemos sido criados (negligencia, abandono, maltrato infantil, ambiente de violencia, etc.).
Los síntomas de estrés postraumático pueden experimentarse también al ser testigos de un trauma que le ocurre a otro. En este caso hablamos de Traumatización Secundaria. También pueden experimentarse al estar en contacto con el relato, la congoja y el sufrimiento de las víctimas. En este caso hablamos de Traumatización Vicaria, característico en personas que trabajan en asistencia a las víctimas.